El Hijo, Superior a los Ángeles

Estudios Biblicos

CAPÍTULO 1: (Estudio 1B) El Hijo, Superior a los Ángeles

Estudio Bíblico de la epístola a los Hebreos

Así nos sigue hablando el autor de Hebreos, cuando está resaltando la obra superior de Cristo sobre la de los ángeles.

5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy,  y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo?”

Pues a ninguno, es la primera respuesta que daremos a la pregunta formulada. Ciertamente hubo un ángel que quiso ser como Dios, o estar en el lugar de Dios como si fuera su hijo, pero fue expulsado del cielo. La singularidad del Hijo por sus atributos está por encima de cualquier comparación con los ángeles. Es evidente que hubo un gran desarrollo de la angelología en la historia judía, comprobada por los descubrimientos que se hicieron con los Rollos del Mar Muerto.

Mis amados, es claro la importancia del ministerio de los ángeles en las Escrituras, pues ellos se describen como ministros del Señor para hacer su voluntad. Pero de allí, a que alguno de ellos sea llamado Hijo de Dios, no es posible. ¡Solo uno posee ese título, y es nuestro muy amado Salvador!

El autor sigue trayendo a la memoria las Escrituras antiguas, para hacer ver por qué Cristo es superior a los ángeles, al decirnos:

6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.”

El término: “Primogénito”, es una nominación de rango, privilegio y dignidad. Por las referencias que tenemos de la cultura hebrea, se nos dice que el primogénito tenía un privilegio sobre los demás miembros de la familia (Génesis 27:1–4, 35–46). En cuanto al trato, simplemente era en forma especial (Génesis 43:33), lo respetaban (Génesis 37:22), y le daban una doble porción de la herencia (Deuteronomio 21:17).

Sin embargo, debemos hacer notar que cuando hablamos de Cristo como primogénito, no es una referencia a Él como si tuviera un punto de partida en el tiempo, por cuanto Él es eterno, y en todo caso, el significado sería que Cristo mantiene una posición de privilegio (cp. Deuteronomio 21:15–17; Colosenses 1:18).

Nuestro amado Cristo posee un rango superior, por ser primogénito sobre todos los demás en la tierra (Salmo 89:27). De modo pues que el llamado es, para que los ángeles le adoren y lo reconozcan dentro de esta categoría.

¿Se ha dado cuenta que las veces que los hombres han querido darles adoración a los ángeles, ellos mismos se lo han impedido? Pero la vez que apareció el Ángel de Jehová a Josué antes que este entrara en batalla, cuando Josué le vio, se postró y le adoró, y no se le prohibió. ¡La razón es, porque aquel ángel era el mismo Cristo! Esto equivale a lo que se conoce como una cristofanía o teofanía, una manifestación visible del Cristo preencarnado.

Mis amados hermanos, en los cielos hay una continua alabanza, quizás compuesta por innumerables coros integrados por ángeles que adoran sin cesar. Recordemos que la Biblia nos dice que nosotros seremos como los ángeles y por lo tanto, seremos parte de aquella adoración universal. ¡Bendito sea nuestro Cristo!

El autor sigue con su tema respecto a los ángeles, para dejar claro en el lector la diferencia entre ellos y Cristo. Así nos dice el texto:

7 Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego.

8 “Más del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.”

9 “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.”

El autor nos ha dado una referencia extraordinaria, respecto a la diferencia entre los ángeles y la superioridad de Cristo. Ahora nos habla del oficio de los ángeles, quienes llegan a ser los ministros o siervos de Dios para hacer su voluntad. Ellos fueron creados para un propósito y Dios los reconoce.

Pero observemos lo que el Padre dice del Hijo y veamos la diferencia cuando habla de Él. Primero, lo reconoce como su Hijo al decir: “Mi Hijo” (el único que se escribe en mayúscula), para diferenciarlo siempre. Pero además habla de su trono diciendo, no de forma temporal sino “por el siglo del siglo”. El trono de David pereció, pero la profecía hablaba de un trono que vendría de allí que sería perpetuo. Observe lo que caracterizará a ese trono, será el “Cetro de equidad”.

Ahora el autor nos lleva a esta interesante consideración:

10 Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos

11 “Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura,”

12 “Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo,
Y tus años no acabarán.”

En medio de esta singularidad, de comparar a Cristo con los ángeles, el autor se introduce un poco más para destacar lo que ha venido diciendo desde el principio, que Aquel por quien Dios hizo su más completa revelación, es quien al principio fundó la tierra y los cielos como una obra de sus manos. Esto lo hace a Él superior a todas las cosas creadas, incluyendo a los ángeles. Y para confirmar la eternidad del Señor y lo temporal de la vida, el autor nos dice que “Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura”.

Mis amados hermanos, que bendición tan grande es recordar que nuestro Señor está por encima de todo lo creado. Que las cosas que se ven son temporales y que pronto envejecen, pero que nuestro amado Cristo conserva la lozanía de su juventud. ¡Él es el Eterno Ser para quien la eternidad será su vida por siempre!

El autor termina su primer capítulo cerrando este tema, con estas preguntas:

13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?

14 “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”

Así pues, queda claro que el único que se puede sentar a la diestra de Dios es su Hijo Cristo. Ningún ángel tiene esta prerrogativa. En todo caso, ellos son  puestos por Dios para ministrar sobre la maldad y al poder de los malos espíritus, protegiendo y cuidando a los hijos de Dios, instruyendo y consolando sus almas, y por supuesto, todos ellos están sometidos a Cristo y al Espíritu Santo.

Nos queda la esperanza de saber que serán los ángeles, quienes al final de los tiempos reunirán a todos los santos para llevarlos con el Señor; pero también, serán ellos los encargados de reunir a todos los que rechazaron al Señor, para después ser lanzados al castigo eterno.

Entonces, vivamos hoy como viven los ángeles, agradando aquel que nos tomó como sus ministros para servirle y adorarle. Y que al recordar que seremos iguales que ellos, esto nos anime para vivir una vida cada vez más alejada del mundo pecaminoso y acercarnos más al cielo, nuestra final morada. Que podamos ir oliendo cada día más a la fragancia del cielo, donde además de encontrarnos con nuestro amado Cristo, nos uniremos a los ángeles para conformar el coro que le adorará por los siglos de los siglos. Amén.

© Julio Ruiz. Todos los derechos reservados.

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CAPÍTULO 2: (Estudio 2A) Una Salvación Tan Grande

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