Ocupados en Buenas Obras

Predicas Cristianas

Predicas Cristianas Predica de Hoy: Ocupados en Buenas Obras

Predicas Cristianas.. Lectura Biblica: Tito 3:2-8

Introducción

Nunca te has preguntado como cristiano: “¿Qué debo hacer? ¿En qué debo estar ocupado?” Es increíble, pero una gran cantidad de cristianos pierden mucho el tiempo.

Vivimos en la época de las redes sociales, los avances tecnológicos y los videojuegos. ¡Y cuántos cristianos están dedicados a ello! Sin embargo, tememos que, al estar embelesados en cosas tan secundarias, han olvidado sus tareas principales.

Paradójicamente, esto hace que los cristianos hayan descuidado su deber primordial. Muchos son expertos en marketing digital, en subir fotos al Instagram, e imágenes motivacionales al estado del Whatsapp. Pero muy pocos son capaces de hablar con amabilidad, de domar su lengua, o de controlar su ira. De hecho, es interesante que los cristianos que más pierden el tiempo en el ocio, son las que menos virtudes y frutos de piedad tienen.

No obstante, en el evangelio de hoy, veremos lo que Pablo le dice a Timoteo. El apóstol instruye a este pastor a que enseñe a las ovejas su ocupación principal en esta vida. Por un lado, dice aquellas cosas que deben dejar de hacer, y por otro, les enseña las obras a las que deben estar dedicados. Además, ofrece algunos argumentos sacados del evangelio en favor de esto. Los creyentes debemos estar ocupados en las buenas obras.

Desarrollo

I. Las malas obras (vers. 2)

a. No difamar

La palabra difamar significa dañar o perjudicar la fama de alguien. Es decir, significa hablar mal de alguien para destruir su reputación. La primera obra mala de la cual debemos deshacernos es el de hablar mal de alguien.

Somos muy astutos para evadir nuestra culpabilidad referente a este pecado. Sin embargo, es cierto que todos somos culpables de hablar mal de alguien. Decimos que no estamos hablando mal, que estamos cuidando las espaldas de nuestro oyente, que es un solo un comentario.

No obstante, la difamación se manifiesta en dos cosas. La primera en la forma en que hablamos o describimos a otros. Si nuestra descripción de alguien está caracterizada por las cosas malas, entonces, estamos difamando.

Sin embargo, en ocasiones tendremos que hablar de esto a algún hermano maduro, para ayudar a la persona que está cometiendo mal. En tal caso, lo que determinará si estamos difamando, es el objetivo con el cual estamos hablando.

¿Con qué motivo hablamos de otras personas? ¿Para hacer la conversación más entretenida? ¿Nos deleitamos en destruir la reputación los demás? ¿Lo hacemos para desprestigiar o vengarnos de tal persona? ¡Cuidado! La mayoría de nuestras motivaciones siempre suelen ser negativas. Los cristianos debemos alejarnos de cualquier difamación.

b. No ser pendencieros.

En segundo lugar, los creyentes no debemos ser pendencieros. Los seres humanos por naturaleza somos conflictivos, amargados, airados, y dados a la gritería. Guardamos rencor fácilmente. Y algunos aman estar en constante conflictos con otros.

 Sin embargo, un creyente no debe ser así. Por el contrario, los hijos de Dios somos pacificadores (Mateo 5:9). Por tanto, debemos quitar toda ira, enojo, rencor, o malicia de nosotros (Efesios 4:31).

II. Las buenas obras (vers. 2)

a. Buenas obras: Amables y mansos

Estas están en oposición a las mencionadas anteriormente. De esta manera, ser amable y manso es lo contrario a ser pendenciero o difamador. Demostramos amabilidad, cuando hablamos bien de otros. Somos mansos, cuando no perpetuamos el problema, sino que respondemos con dulzura.

El hombre manso y amable no es ingenuo. Él no ignora el mal que otros cometen, o el daño que sufre. No obstante, a pesar de eso, responde con gracia y amor a las malas acciones.

Responde dulcemente a los insultos. Calla cuando sus palabras pueden inflamar el ardor de la ira. Perdona los pecados de otros. Sufre el agravio, y ruega perdón a Dios por quien lo cometieron.

Claro, esto no significa que en ocasiones no deba confrontar el pecado o el error de otros con cierta dureza. Sin embargo, aun cuando lo hace así, demuestra claramente que lo hace por amor, y desea el bien de tal persona.

“Fieles son las heridas del que ama” (Proverbios 27:6).

b. Buenas obras a todos los hombres.

Ahora, un dato importante es que Pablo le dice Timoteo que esto debe hacerse con todos los hombres. ¡Sí, cómo escuchó! ¡A todos los hombres!

Todos tenemos a esa persona o grupos de personas con las cuales nos resulta imposible cumplir este mandato. Un gobernante, o un jefe, o alguna otra autoridad. Un amigo de la infancia, un hermano sanguíneo, o un hermano en la fe.

Sin embargo, así como el amor de Dios no hace acepción de personas, así tampoco debe hacerlo nuestro amor. Dios nos amó y entregó a su Hijo, cuando éramos sus enemigos. Por tanto, nosotros también debemos ocuparnos de hacer bien a todos los hombres.

III. Lo que éramos antes (vers. 3)

a. Origen de las malas obras.

El apóstol Pablo explica en este versículo el origen de todos estos malos deseos. Pablo dice que hacíamos todo esto porque éramos:

  • Esclavos de concupiscencias y deleites diversos.
  • Y envidiosos.

En ese sentido, la difamación y la contienda surgen de todos estos pecados. Hablamos mal porque somos maliciosos o envidiosos. Peleamos con otros porque somos rebeldes o insensatos. Tenemos arrebatos de ira y gritamos porque las concupiscencias nos dominan fácilmente.

Y es que tiene mucho sentido. ¿Por qué hablamos mal de otros? Sencillo, o tenemos envidia de lo que esas personas tienen, o buscamos hacerles mal. Somos conflictivos, porque no tenemos la suficiente sabiduría para ver cuánto nos perjudican las contiendas. Y más claro aun es que la persona airada o amargada se está dejando controlar por los malos deseos de su corazón.

b. Su resultado.

Es por eso que al final del versículo, Pablo dice que esto hizo que fuéramos enemigos unos de otros. Las guerras entre los hombres provienen de los malos deseos de su corazón (Santiago 4:1-2).

De este modo, es entendible por qué hay tantas guerras, sublevaciones sociales, divorcios, agresividad entre familiares, violencia doméstica, etc. Un mundo que es gobernando por todas estas pasiones pecaminosas, jamás podrá vivir en paz. Gracias a Dios, que mantiene a los hombres controlados bajo su poder y soberanía.

Sin embargo, los hombres sangrientos de la historia, como los nazis, demuestran hasta donde puede llegar el hombre si es consecuente con sus pasiones.

Y todos nosotros éramos así. Sin embargo, ya no debemos ser así, porque ya no somos enemigos unos de otros. Los cristianos somos agentes de reconciliación.

III. Lo que Dios hizo por nosotros (verss. 4-7)

a. Nos mostró su bondad.

¿Saben por qué? Porque Dios hizo algo con nosotros que cambiaría para siempre quiénes somos y cómo tratamos a otros. En el versículo 4, Pablo dice tres cosas que hizo Dios. Primero, nos mostró su bondad, aunque éramos pecadores. Esa bondad se demostró en nuestro Señor Jesucristo, cuando se hizo hombre, y murió por nosotros. Ese acto puede considerarse como un amor a toda la humanidad, aun cuando no todos vayan a ser beneficiados por su expiación.

b. Nos limpió.

Jesucristo es la bondad de Dios, porque nos ha salvado, no por algo que hayamos hecho, sino por su gran compasión. Él entregó su vida hasta la muerte, y siempre bendijo a otros, no devolvió maldición por maldición. Se entregó para que otros fueran salvos por medio de Él.

Y al hacer eso, nos limpió de toda nuestra maldad a través del lavamiento del Espíritu Santo, es decir, de la regeneración. Hay que entender que la limpieza de los pecados es una parte fundamental de la salvación. El pecado fue lo que causó la condenación. Así, con esto, Cristo nos ha librado de nuestra maldición.

c. Nos perdonó.

Y ese Espíritu Santo fue derramado abundantemente sobre nosotros (vers. 6). Es decir, su salvación es abundante para nosotros. Por medio de Cristo y de su Espíritu, recibimos la justificación por gracia. Es decir, somos perdonados de nuestros pecados.

Lo que quiere mostrar Pablo, a fin de cuentas, es que Dios nos ha dado sobreabundantes bendiciones, a pesar de ser enemigos. Y por consiguiente, nosotros debemos hacer lo mismo con todos los hombres, especialmente con nuestros enemigos.

Conclusión

Por tanto, en evangelio de hoy, hemos visto las cosas en la cuales los creyentes debemos estar ocupados. Lo que Cristo hizo por nosotros ha cambiado totalmente los intereses y ocupaciones de los creyentes.

Nuestro Dios trino nos ha mostrado un gran amor, bondad y misericordia. Y Él nos manda a tratar a todos los hombres de la misma manera. Recordemos, la difamación, la calumnia, el enojo o el rencor, son frutos de los deseos de la carne. Por tanto, ya que hemos sido limpiados, no debemos seguir viviendo así.

Aplicaciones

a. Apartémonos de todo lo que haga daño al prójimo.

La primera aplicación es que no debemos participar de nada que sea dañino al prójimo. No demos lugar a las groserías, a la venganza, o a las calumnias. Todos debemos apartarnos de aquello que surja de las pasiones y dañe a nuestro prójimo. Sea el más cercano como nuestra familia y hermanos en la fe, o el más lejano, como la sociedad, y el resto del país.

Nuestras acciones tienen un gran efecto en diferentes escalas. El versículo 8 termina diciendo que las buenas obras son útiles, o beneficiosas para todos los hombres. Con esto se entiende, que estas acciones no son nada útiles, sino perjudiciales. Por tanto, no debemos poner ni un dedo en estos trabajos.

b. Esforcémonos en hacer bien a otros (buenas obras).

Y esto es lo más claro. De hecho, Pablo termina siendo enfático. Le dice a Timoteo que insista en esto con firmeza. Los creyentes no debemos estar ni ocupados en malas obras, ni perdiendo el tiempo, sino en buenas obras.

Todo creyente debe estar ocupado en servir a otros con sus capacidades, sus dones o recursos. Sea en su trabajo, sea en la iglesia, o sea en el hogar. Fuimos llamados a servir a otros, y hacer todo lo que sea útil para el bienestar físico y espiritual de los hombres.

© Ricardo Hernández. Todos los derechos reservados.

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Ricardo Hernández
Siervo de Jesucristo.

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