El “éxito” y la “felicidad” en la vida de un cristiano

Reflexiones Cristianas

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmos 1:3)

Si pudiéramos pedir un centenar de personas su percepción sobre el éxito, lo más probable es que tengamos un centenar de respuestas diferentes. Lo más seguro es que la mayoría no logre ni siquiera definir este concepto pero si se podría llegar a relacionarlo con muchas otras cosas. Por ejemplo, con el dinero, fama, belleza, puestos de trabajo de prestigio, entre otros.

Sin embargo, a pesar de no tener una definición precisa de eso que se llama éxito, parece que hay un elemento común en muchas opiniones al respecto: las personas buscan hallar el éxito porque mediante él se puede conseguir un fin mayor, la felicidad o el arte de vivir con plenitud, equilibrio, paz, tranquilidad, tanto en el plano físico pero sobre todo en el dimensión espiritual.

Ahora bien, ¿es el éxito que nos hace felices o la felicidad nos conduce al éxito? Muchas personas aparentemente exitosas experimentan en realidad una vida muy miserable. Incluso con la riqueza, la fama y el reconocimiento, sus vidas están vacías y sin sentido. Son estas las personas que se van a dormir con un vacío en el corazón, carentes de aquella alegría genuina que aún no llega. Son ricos, famosos y reconocidos, pero están lejos de ser felices.

Hay muchos ejemplos de gente “exitosa” que en vez de hallar felicidad tropieza con la dependencia a muchos vicios (alcohol, cigarrillo, drogas, sexo, casinos). La televisión o el internet nos venden esta ilusión de éxito y felicidad, mostrándonos gente superficial, capaz de sonreír a una cámara, pero incapaz de hacer lo mismo ante un espejo. Todo esto sugiere que tales cosas no nos lleva a vivir bien.

Prestemos atención a la palabra del Apóstol Pedro cuando dice: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3-4)

En este sentido, una realización personal genuina se origina siempre dentro de nosotros y debe ser ésta un estado permanente, una condición constante y no un sentimiento pasajero. Si pensamos de esta manera, nuestra calidad de vida mejorará y podremos ser capaces de dormir en paz y se sentirnos bien al despertar en la mañana.

Porque cualquier persona puede vivir una vida con alegría, realización, satisfacción, prosperidad y sencillez sin importar la posición social o económica, sino más bien a través de fuertes convicciones interiores.

Mateo relata las palabras de Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón.” (Mateo 6:19-21). Eso confirma plenamente que para tener “éxito” en la esfera visible de nuestras vidas; primero que necesitamos desarrollar amor y paz en nuestro ser interior.

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