El reino de Dios es un tesoro

b. Estoy perdido: Se ha tomado el camino equivocado. Conviene seguir el camino de luz y vida.

c. El camino ya está trazado: Se llama Jesús. Dios lo delineó para nosotros

d. Cristo, el guía: Él nos dirige a nuestro a ese campo, y nos da orientación en nuestro afán de encontrar la dádiva del cielo

4. Jesús, guía, camino y dueño de las llaves del tesoro: “Sígueme”

a. Aceptar: Tenemos la actitud precisa, aquella que tuvieron todos aquellos que le siguieron, como sus apóstoles, los diáconos, evangelistas y demás seguidores. Ellos lo dejaron absolutamente todo y su galardón ya es grande.

b. Pensarlo: El joven rico quería salvar su alma, y Dios lo invitó a seguirle dejando sus posesiones, pero él no se decidió, tenía mucho a lo que renunciar. La Biblia no menciona más sobre este hombre, sin embargo, por cómo aceptó la palabra de Jesús muy posiblemente no fue realmente capaz de seguirle.

c. Negarse: Judas Iscariote fue llamado a ser discípulo pero opto por negarse a continuar traicionando a su maestro.

5. El hombre que busca atajos o trampas para llegar al tesoro

a. Hacer trampa: Simón el mago quiso comprar el espíritu santo de Dios a los apóstoles (Hechos 8:9-24). Fingió creer de verdad, pero su intención verdadera era el tener el poder para obtener el don de Dios con dinero. Quería hacer trampa.

b. “Un atajo sería ideal”: Nos decidimos buscar la gracia de Dios de vez en cuando. A veces logramos avanzar un poco, otras veces nos estancarnos o peor aún, retrocedemos. Nos quejamos y quisiéramos que la hallar la gracia de Dios fuera más fácil.

6. ¿En qué manos termina el tesoro?

a. En aquella persona que respeta el camino, y no se aparta de él, se mantiene en la búsqueda y “persevera hasta el fin…” (Mateo 24:13)

b. En aquella persona que por su arrepentimiento y la fe se decide seguir el camino del Padre en la búsqueda del galardón celestial.

Conclusión:

El reino de Dios es un tesoro incalculable. Su palabra es el terreno fértil en el que podemos hallar este tesoro. Para hallarlo necesitamos renunciar a todo e irnos en pos de él. Pero no basta la intención, sino encontrar el camino, ese que nos conduce a nuestra meta.

En este sentido, Jesús se constituye en el medio para alcanzar el galardón del cielo. No podemos ni siquiera pretender hallar atajos o buscas trampas, eso no corresponde a un verdadero creyente de Dios. La búsqueda exige una entrega total, la cual se sustenta en la perseverancia. Estancarse o retroceder solo nos alejan de esta dádiva del Señor.

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