A la manera de Dios

Esta situación, no nos resulta del todo ajena ni indiferente; y es que si bien ninguno de nosotros ha sido inmolado en un madero, ciertamente nos hemos enfrentado a situaciones donde nuestra libertad se ha visto en la necesidad de decidir entre lo que queremos y lo que debemos hacer.

En el evangelio de Juan capítulo 21 verso 18 encontramos a Jesús después de su resurrección conversando con Pedro:

“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.”

Al leer el texto completo sabemos que la referencia directa es a la forma en que Pedro moriría y aquí es donde quiero llamar la atención de varios aspectos:

1) Pedro estaba siendo advertido (no sé con cuánto tiempo de anticipación) sobre cuál sería su forma de morir y que la misma serviría para glorificar a Dios.

2) Se le estaba indicando que mientras no glorificaba a Dios, él estaba ejerciendo su propia voluntad, pero, en el momento en que eligiese darle la gloria a Dios estaría renunciando a su Libre Albedrío.

3) Hacer la voluntad de Dios no se parece en nada a hacer lo que queremos.

Este momento sirvió para que Pedro entendiera que al igual que Jesús en el Getsemaní, él se encontraba en la posición de decidir qué hacer, porque la puerta estaba siendo abierta delante de sí y lo que fuese de allí en adelante definiría su futuro.

Pedro podía elegir seguir haciendo su propia voluntad y no corresponder con el mandato divino que le conduciría a la muerte; o podía elegir hacer la voluntad de Dios, aún y cuando conocía las consecuencias.

Seré honesta en este punto, no siempre la visión sobre lo que viene es tan clara que tenemos la facilidad de considerar nuestras opciones y poder elegir en función del escenario presentado. Hay ocasiones en que nos son enviadas señales para elegir en el camino y corregir la senda pero, como se ven contrarias a los que queremos terminamos por desecharlas; y allí es, donde precisamente viene el meollo de muchos de nuestros fracasos y problemas: en que le damos poder a nuestra carnalidad para que decida por encima de lo espiritual.

Jesús conocía su futuro desde el comienzo, y aunque su carne intentó muchas veces hacerle volver en su decisión, él se mantuvo firme porque sabía que más allá de la muerte física, la salvación del pecador sería posible, y reconciliar al mundo con Dios sería al fin una realidad.

Pedro por su parte, recibió la revelación de su futuro de manos de Jesús y en su libertad, eligió seguir el camino trazado para él.

En ambos casos, la libertad se inclinó a decidir hacer la voluntad de Dios.

Ahora te pregunto, en igualdad de condiciones, ¿también elegirías hacer la voluntad de Dios?

NO ERES TÚ SOY YO

En la epístola a los Gálatas capítulo 2 verso 20, el apóstol Pablo escribió:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

Cuando aceptamos hacer la voluntad de Dios en lugar de la nuestra, estamos aceptando que Dios tome el control de nuestras vidas. Estamos eligiendo obedecerle. Estamos de acuerdo en escucharle.

Abrimos la puerta para que nuestros pensamientos sean cambiados a tal grado que en lugar de inclinarse a hacer lo que la carne indica apunten primero a hacer lo que el Espíritu diga. Cambiamos nuestros sentidos humanos por sensibilidad espiritual y lo que antes no podíamos ver ni escuchar, ahora se vuelve comprensible gracias a que la mente de Cristo es la que opera en nosotros ahora.

No digo con esto, que a partir de este momento tendremos la habilidad de ver el futuro sino que nos volveremos más sensibles a la voz de Dios, quien Sí sabe todas las cosas y nos guiará en la dirección en que podamos recibir sus bendiciones.

Sólo debemos deponer nuestro carácter, cederle el control de nuestras vidas y obedecerle incondicionalmente. A diferencia de nosotros, el poder ilimitado de Dios no corrompe, no destruye y permanece para siempre.

¿Qué decides? ¿A tu manera o a la manera de Dios? ¿De qué forma llegarás más lejos y más alto?

Dios le bendiga.

Redactado por: Emily Sánchez

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