La apostasía que viene

Pablo sufre penalidades, hasta prisiones. ¿Se han olvidado de eso los cristianos? ¿La iglesia de hoy es una iglesia sufriente o es una iglesia contemporizadora, una iglesia que se confabula con el pecado, que pasa de fiesta en fiesta, una viuda que se ha olvidado de sus vestidos de viudez? ¿Es la iglesia una reina que se sienta como reina, como aquella Babilonia?

La iglesia hoy sigue siendo como una viuda en la tierra. Su amado está lejos. Lo único que ella quiere es el reencuentro con él. Si hay algo que la alegra es el recuerdo de su persona. ¿Qué es lo que nos alegra a nosotros? ¿Cuántos se han reunido esta mañana a partir el pan? ¿Cuántos se reunirán en la tarde a partir el pan?

¿Es para ti una pesada carga acercarte a la mesa? ¿Es la reunión del partimiento del pan algo que se puede reemplazar por otra cosa? Nos ha preocupado en este tiempo pasado, hermanos, que faltan con mucha facilidad los hermanos al partimiento del pan. Aparecen en esta reunión, pero al partimiento del pan no van. ¿Saben lo que significa el partimiento del pan? Es la reunión para esto: para acordarse de Jesucristo.

Iglesia, ¡acuérdate de Jesucristo! Acuérdate de sus dolores en la cruz, de su sufrimiento en Nazaret, de su humillación, de su rechazamiento.

Participando de su rechazamiento

Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuereis del mundo, el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:18-19).

Esta frase es una rareza hoy, porque los cristianos se codean con los políticos, porque los cristianos hacen fuerza para cambiar las leyes de los países, porque los cristianos aparecen en los escenarios con los gobernantes, porque los grandes predicadores han vendido de alguna manera el testimonio de Cristo por causa de la honra humana.

Uno de los principales cristianos (amado mío también), un gran evangelista de otro tiempo, después del 11 de septiembre apareció dando un discurso híbrido, sin sustancia, acomodaticio, en Estados Unidos; sólo porque ahí había detrás de él y en esa reunión gente de todas las religiones, de todos los credos, y él no podía enemistarse con nadie.

Los cristianos están perdiendo el sabor, la sal se está desvaneciendo. “A mí me aborreció el mundo, a vosotros os aborrecerán”, dijo el Señor. “A mí me han perseguido, a vosotros os perseguirán”.

Les hago una pregunta: Si Cristo fue rechazado y los cristianos de hoy son aceptados, ¿quién está mal? ¡Alguien está mal! ¿Estará él, Cristo, mal? ¿Debió haberse él hecho amigo de Pilato para escapar de la muerte? ¿Haberse congraciado con Herodes para no morir?

Cristo está siendo olvidado en los propios ambientes cristianos.

Acordémonos de Jesucristo, nacido en Belén en un establo, criado como un niño pobre en Nazaret, ayudándole a su padre en las labores de su carpintería. Acordémonos de su bautismo en el Jordán, de la sencillez de su vida.

No tenía dónde recostar la cabeza. Y su caminar por los caminos de Galilea, desconocido, anónimo, rehuyendo la popularidad. Recordémoslo viajando a Jerusalén la ciudad amada, la ciudad del gran Rey, que le rechazó, que le crucificó, que le humilló, por la cual lloró.

Acordémonos de Jesucristo en el sepulcro, acordémonos de Jesucristo apareciéndose a esas mujeres el primer día de resurrección. Acordémonos de Jesucristo quien restaura a Pedro, y le dice a las mujeres que vayan a Galilea: “Allá me verán”. Recordemos a Jesucristo dándoles de comer a los discípulos a orillas de aquel mar, diciéndole a Pedro “¿me amas? Acordémonos de Jesucristo siendo rechazado.

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