Crecimiento espiritual

Leer las Escrituras

Cuando comenzamos a caminar en Cristo es cuando comenzamos a leer las Escrituras. En realidad este es el mayor e imprescindible sustento espiritual.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8). Haciendo prosperar nuestra vida, y todo en nuestro crecimiento y desarrollo nos saldrá bien.

La falta de conocimiento o ignorancia profesa de los mandamientos divinos es algo serio puesto que origina graves problemas en nosotros, en nuestra vida cristiana y sobre todo en nuestra relación con el Señor.

El leer, el escudriñar constantemente la Palabra de Dios nos instruye en el camino santo. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39), abriéndonos el paso para la comunicación del evangelio.

Como predicadores, todos nosotros, debemos hablar de las Escrituras, pero debemos hacerlo empleando la misma Palabra. Poniendo por sobre todas las cosas el énfasis en la figura de Cristo, remarcando que Jesús es el Señor.

Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).

Y dando permanente testimonio de la autoridad que le ha sido conferida a través de su muerte, crucifixión, resurrección y ascensión a los cielos, para aún allí continuar desarrollando la tarea de abogacía ante el Padre Celestial, intercediendo por nuestras faltas y pecados.

Crecimiento espiritual: Tomar conciencia de todo acto

Debemos tomar conciencia de que todo acto, toda acción y aún todo pensamiento que sea contrario a la voluntad de Dios, todo aquello que se contrapone con sus leyes y estatutos, están dañando el testimonio.

¿Tienes tu fe?. Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba” (Romanos 14:22). Y la comunión con el Señor, debemos mantener en todo momento una vida de santidad. “Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16), para que el Espíritu Santo pueda ejercer la acción transformadora en nuestras vidas.

Cuando nos salimos de los propósitos de Dios, cuando abandonamos o simplemente nos apartamos de la santidad que el Señor desea, dañamos la relación con Él y dañamos así mismo el templo del Espíritu Santo que es nuestro cuerpo.

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